POEMA DE LA SEMANA. MELANCOLÍA AKASHA VALENTINE.
Mis dedos, movidos por una tristeza irrefrenable, se han hundido en el comienzo del lomo donde aún conservo tu última fotografía. Me pregunto a mí misma si seré capaz de alcanzar con la yema de mis dedos el comienzo del álbum y me aventuraré a abrirlo y sacar con sumo cuidado el último retrato que conservo de aquella tarde de verano de hace ya varios años. Sé que las dudas son innecesarias, pero me siento cómoda teniéndolas a mi lado, porque así me siento menos sola cada vez que mi mente intenta encontrarte en los recuerdos que ahora forman parte del olvido. Ojalá pudiera hallar la forma de volver atrás en el tiempo para encontrarme de nuevo en aquel maravilloso lugar donde el sol brillaba con tal intensidad que hasta logró cegarme durante unos instantes.
Temí que la suave brisa marina se llevara consigo el perfume de tu cuerpo, pero sin embargo seguía estando ahí para mí, esperando a ser alcanzado por su verdadera dueña. Recuerdo que mis ojos no podían dejar de mirarte, pues algo dentro de mí me invitaba a no desperdiciar aquel momento imperfecto. Mi corazón, sabio en estos temas del amor, sabía que tarde o temprano las palabras que no queríamos decirnos llegarían a puerto y tendrían que embarcar en nuestra boca para después volver a partir a un lugar donde nos resultaría imposible alcanzarlas de nuevo. Perdona que no te lo confesara en esos momentos, pero ahora que el tiempo parece ser una pesada carga en mi vida puedo decirte de forma clara que cuando te miraba bajo aquel atardecer de nuestro último día de verano en realidad no quería posar mis ojos sobre tu cuerpo, porque a medida que los segundos comenzaban a escaparse de mis manos me di cuenta de que estaba enamorándome de ti y a pesar de ello no podría tenerte a mi lado, y esa idea me partió en mil pedazos. Y abatida por un dolor casi asfixiante, me arrojé a unos brazos invisibles donde el desconsuelo sigue acariciando a mi alma y la pena mece a mi dolor. Donde mis lágrimas parecen tener un lugar seguro donde refugiarse y para mi desgracia yo no encuentro la paz a la que estaba acostumbrada cuando tú estabas en mi vida.
Siempre me gustó la idea de estar a tu lado, aunque no tuviéramos nada que decirnos, simplemente el hecho de poder estar ahí ya significaba algo para mi persona, y a medida que fui considerando tenerte en mi corazón fui dándome cuenta de que me sería imposible poder hacerlo ya que siempre habría un lugar para las lágrimas en esta relación destinada al fracaso. Mis sentimientos, aunque puros y llenos de inocencia, nunca fueron correspondidos, no al menos como ellos esperaban. Y sin embargo, amor mío, me siento tranquila, pues ahora que la madurez ha comenzado a llegar a mi vida he sido consciente de que el destino nos tenía preparado un final más hermoso. No me olvides, te lo ruego, pues aunque los años corran y nuestras vidas se acerquen a su final, tú siempre serás el amor de mi vida, la razón de mi melancolía, el sueño que pudo ser y no fue. Quédate tranquilo, ahora que mi alocado corazón ha madurado ha sabido sanar las heridas grabadas a fuego que provoca el primer amor, aunque me ha insistido en que le deje grabar en las cicatrices que le han quedado tu nombre para que de esta forma no se me olvide que un día hasta yo supe lo que significaba amar.
-FIN-
Akasha Valentine © 2011
Todos los poemas aquí publicados son de Akasha Valentine © , y la autora es propietaria de los derechos de autor. Si ves algún relato en otra web, foro u otro medio, están cometiendo un delito, salvo que cuenten con el permiso expreso de la autora, y siempre que esté citada la fuente y la autoría.
|