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Nuevo proyecto: El prisionero del tiempo.
Nuevo proyecto: El prisionero del tiempo.
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Akasha_Valentine
Regidor Vampírico
Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm
Mensajes: 4640
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  Título de la obra: El prisionero del tiempo. Publicada el 11/03/2015. En colaboración con la plataforma editorial Mundo Palabras.Lectura completa: El prisionero del tiempo.Me mantuve despierto desde el anochecer hasta el alba, al amparo de una tenue luz cálida, que aún candente mantenía de manera continuada su brillo y su luz, pues no podría haber estado trabajando de otra manera que no fuese bajo el cobijo de un par de velas recogidas en candiles de cristal serigrafiados con frases célebres a las que nunca presté demasiada atención.
Creo recordar que alguien me dijo una vez que uno de aquellos pesados artilugios contaba con la locución de uno de mis personajes creado allá por los años ochenta, pero de esto último no estoy del todo seguro, y tampoco tengo la fuerza necesaria en estos momentos para hacer memoria de aquella insignificante conversación. Lo que sí que hice fue levantar la vista para ver a mi vieja lámpara de sobremesa apagada, cuyos cables estaban parcialmente pelados y a la vista de todo aquel que se hubiese acercado para examinarla, y esbocé casi de inmediato una absurda sonrisa al recordar la forma en la que me había electrocutado en más de una ocasión sin llegar a sucederme nada serio o fuera de lo común.
Me mantuve ocupado toda la noche, y en una de esas ocasiones levanté la mirada por encima del cuaderno para observar con mi taza de café frío en la mano como un par de trabajadores del servicio eléctrico de una compañía conocida se esmeraban por dar con el fallo que había provocado un corte de luz dos calles más abajo de mi residencia particular. Volví al trabajo, y no les presté más atención durante toda la noche, pues bastante ocupado estaba yo ya con mi propias labores como para perder el tiempo con nimiedades.
Deposité la taza de café sobre mi abarrotada mesa de pino, la cual estaba cubierta de papeles, papiros y libros mohosos y antiguos, algunos de ellos tan viejos y deteriorados que incluso las hojas se les habían descolado o descosido y ahora estaban sueltas y caídas en el suelo, donde una desgastada alfombra deshilachada por el continuo roce de las ruedas de mi silla de trabajo las acogía hasta que las necesitase.
Oí lo que me pareció ser un lamento, o un suspiro, justo a mis espaldas, después una pequeña exhalación y luego nada. Ni me inmuté, ni me di la vuelta para mirar por encima de mi hombro y ver de dónde procedía aquel sonido, no me pareció relevante ni merecía la pena perder mi valioso tiempo en prestar atención a aquello que apenas carecía de interés para mí. Tomé de nuevo un nuevo sorbo de café, que tan áspero y amargo bajó por mi garganta que hasta maldije su repugnante sabor por engañarme horas antes con su tentador aroma.
Pasé la yema de mis dedos entre los lomos de un antiguo libro empleado por las manos maestras de otros eruditos antes que yo, y me sentí reconfortado al darme cuenta de cuán sabio me había vuelto con el paso de los años. Pero incluso este gran esfuerzo hubiese sido inútil si no hubiese seguido un estricto programa de estudio, en el que todo contacto con el mundo exterior quedó reducido a las escasas visitas de algún que otro familiar o amigo cercano.
Volví a retomar la idea inicial de mi frase, y la plasmé tras el punto y aparte en aquel cuaderno cuya hoja en blanco esperaba llenar en los próximos instantes. Al levantar de nuevo los ojos leí en el reloj de la repisa de la chimenea la locución en latín “Tempus fugit”, y no creí que fuese necesario recordarme a mí mismo que en pocas horas mi editor vendría a mi casa para traerme los nuevos libros que me había prometido con los que poder seguir trabajando en mi nuevo escrito.
Volví a sumirme en el arte de la escritura durante dos horas más, hasta que el eco de una llave girando en la cerradura me trajo de vuelta a realidad. Conocía tan bien el sonido y la forma de abrirla que no me inmuté ni me levanté de mi asiento para saber quién se acercaba, y sólo me di la vuelta cuando mi editor me llamó por mi nombre, para contemplar así su rostro desencajado por la sensación angustiosa de haber visto algo con lo que no deseaba haberse encontrado.
Fue entonces cuando lo comprendí todo: a los pies de mi silla, donde sólo debía haber papeles, yacía muerto un hombre, y al verle la cara me di cuenta de que era yo quien había muerto en la noche en la que trabajaba en mi nueva obra. NOTA LEGAL: Akasha Valentine 2015 ©. La autora es propietaria de esta obra literaria y tiene todos los derechos reservados. _________________ Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.
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| Jue Abr 21, 2016 3:48 pm |
 
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