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Nuevo proyecto: Los cuentos macabros del Sr. Figgins.
Nuevo proyecto: Los cuentos macabros del Sr. Figgins.
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Akasha_Valentine
Regidor Vampírico
Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm
Mensajes: 4640
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  Título de la obra: Los cuentos macabros del Sr. Figgins. Publicada el 28/05/2015. En colaboración con la plataforma editorial Mundo Palabras.Fragmento de la obra: Los cuentos macabros del Sr. Figgins.Ahuecó el almohadón de plumas con las palmas de las manos extendidas sin dejar que las propias articulaciones de sus cortos y rollizos dedos deformasen la mullida almohada, y aún así, tras dejarla colocada en el mismo lugar exacto de donde la había tomado momentos antes, se dio cuenta de que al apoyar levemente su cabeza era inevitable no sentirse incómodo, pues no podía relajar ninguna de sus facciones: estaba demasiado nervioso, tenso e inquieto como para retomar por tercera vez en lo que llevaba de noche el pacífico pensamiento de volver a dormir del tirón y sin ninguna clase de interrupción, por lo que inmediato se vio obligado a levantar por enésima vez los párpados para abrir los ojos y darse cuenta de que la luna, majestuosamente engalanada de luces y sobras con las nubes del mes de Noviembre danzando en los bajos de su forma, iluminaba la extensa moqueta del suelo, así como la parte inferior de la colcha tejida mano y los pliegues de las sábanas que se formaban bajo ella. Suspiró brevemente, pero la exhalación que salió de su boca fue un gesto malogrado por la inquietud de no poder acostumbrarse a los ruidos, chasquidos y crujidos de su nueva residencia. Desde luego, el hecho de haberse alejado del mundanal ruido de la ciudad había traído en los últimos días un estado de paz y sosiego a sus alterados nervios, pero la idea de permanecer prácticamente allí sólo, pasada la media noche, le creaba un estado de ansiedad al que no parecía estar acostumbrándose, por eso nunca dormía con las pesadas telas de las cortinas corridas hasta bien entrada la mañana, cuando se levantaba para echarlas y seguir durmiendo veinte minutos más, aliviado por poder volver a ver la luz del día una vez más.
Dado que tenía miedo a reconocer que aquella idea de trasladarse a aquel viejo caserón en mitad de la nada no había sido uno de sus mejores proyectos, evitó enviar una carta a sus amigos y familiares residentes en Londres anunciándoles que probablemente iría a visitarles a casa en Navidad. Dado que apenas tenía recursos para mantenerse a sí mismo no podía pagar al servicio doméstico, así que una vez por semana la señora Figgins, una longeva anciana del pueblo más cercano a su domicilio particular, le ayudaba voluntariamente a limpiar la propiedad Mhertham. El viejo señor Figgins y su único hijo soltero acompañaban a su esposa y madre durante el único día en el que visitaba la casa, y dado que nadie les quería dar empleo el señor Lawerther fue el único en echarles una mano, aunque por desgracia lo único para lo que servían padre e hijo era para estorbar en lugar de ayudar.
Al caer en la cuenta de que a la mañana siguiente la familia Figgins realizaría su visita semanal, tomó consciencia de que tal vez debería pedirles que no siguieran volviendo, al fin y al cabo el último cheque por su cuento “El no muerto” aún no había llegado, y la única revista que se lo había logrado publicar le había dado en las últimas semanas pocas explicaciones sobre qué habría podido suceder con el pago.
Cansado, desesperado y exasperado de sentirse ignorado por la comunidad literaria de su época, exhaló el poco aliento que le quedaba en los pulmones y dejó que los rayos de la luna iluminaran su mano.
Se dio de inmediato cuenta de que tenía unos dedos grandes, gruesos, rollizos, muy similares a los chorizos, siempre manchados por la tinta y cubiertos de ampollas por los trabajos manuales y profesionales. Asolado por la duda de no saber si debía de seguir escribiendo o no, se sintió consumido por la desgracia y ahogado por el pensamiento de creer que era el único que sufría por haber elegido de forma voluntaria una profesión tan ingrata. Se vio obligado a replantearse la pregunta de si debía de abandonarlo todo, pues al fin y al cabo no era nadie, y en sus ocho años como escritor muy pocos conocían su nombre y sus cuentos macabros.
Sumido en aquel funesto pensamiento se levantó de la cama con una fuerte opresión en el pecho, y llevándose sus manos contra la caja torácica tosió y tosió hasta quedar ahogado por falta de oxígeno y aliento en sus pulmones.
Bebió las últimas gotas de agua que aún le quedaban en el vaso de la mesilla colindante a su cama, pero no fueron suficientes como para aliviar la sensación de sequedad y quemazón que había quedado alojada en su garganta. Fue entonces cuando, tras ponerse de pie, prendió la vela y sostuvo entre sus dedos el candil, justo en el mismo instante en el que alguien, o algo, golpeó con virulencia la aldaba de la puerta principal de su casa, haciendo temblar su mano, su brazo y el resto de su cuerpo a la vez, mientras se debatía entre guardar silencio o por el contrario hacer ver que aunque estaba en casa no estaba dispuesto a ofrecérsela a nadie.
Como ninguna de las dos opciones le pareció suficientemente buena finalmente salió de su dormitorio y fue a ver quién era, pues el extraño visitante nocturno no dejaba de aporrear su puerta como si la vida se le fuese en ello...
Continuará...NOTA LEGAL: Akasha Valentine 2015 ©. La autora es propietaria de esta obra literaria y tiene todos los derechos reservados. _________________ Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.
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| Jue Abr 21, 2016 5:53 pm |
 
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