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Historias diarias de Akasha Valentine: Sé sólo mía. 

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Historias diarias de Akasha Valentine: Sé sólo mía. 
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Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm
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Título Original: Sé sólo mía. © 2017.
Autor: Akasha Valentine.
Género: Relato/Romántico/Erótico
Idioma: Castellano.
Volumen: Único.
Ilustrador: Akasha Valentine - 2016/2017.
Corrector: José Antonio.
Fecha de publicación: 01/01/2017.
Editor: Akasha Valentine.

SÉ SÓLO MÍA.

Hundió el pincel en el interior del recipiente cristalino y de manera casi automática las hebras pigmentaron el traslúcido fluido transformándolo en un líquido parduzco oscuro. Los pigmentos oleosos, anteriormente adheridos a las cerdas, ahora podían verse flotar en la parte superior del vaso que descansaba junto a una mesa atiborrada de objetos, casi todos ellos desgastados ya por el uso diario al que habían sido sometidos desde hacía ya más de un año. En igual estado podía encontrarse el paño que, sostenido entre sus dedos, se movía zigzagueante de un lado para otro mientras la mano del pintor se cubría con sus hilos y colores, secando así sus dedos humedecidos por el agua, mientras a su vez raspaba el óleo que, sin desprenderse del todo, se había quedado pegado en el dorso de su mano. Fue entonces cuando levantó los ojos por un instante, un breve momento, que dedicó sólo para dejar escapar un único pensamiento insustancial que le venía molestando desde hacía un rato, pero al que no le había podido dedicar un momento para poder desprenderse de él y así poder retomar la concentración en lo que verdaderamente importaba: el lienzo.

Arrojó la tela, dejándola caer sobre la saturada mesa, ignorando el amplio cúmulo de objetos que, apilados entre sí, corrían el riesgo de derrumbarse en cualquier momento, porque de nuevo ya tenía la cabeza ocupada en otra idea, al igual que sus dedos, pues ya se había echando la mano al bolsillo derecho de la pechera, de donde extrajo un paquete de cigarrillos arrugado, y llevándoselo contra la comisura de los labios pinzó con su boca el último pitillo que le quedaba para poder fumárselo antes de que el alba despuntara la mañana y el sol vistiera de color claro ese oscuro cielo que tanta atracción parecía ejercer sobre su alma. De nuevo, y sin él desearlo, ya tenía la cabeza en otra parte, pero no abrió la boca para suspirar ni exhalar el aire del tabaco, sólo lo dejo escapar a través del orificio de su nariz intentando olvidar el último pensamiento que le había venido de manera improvisada a la cabeza. Dio, sin venir a cuento, una fuerte pisada contra el suelo, que quedó casi silenciada por la goma de su zapato, pero fue lo suficientemente fuerte como para lograr que la madera emitiera un ligero crujido que le hizo bajar de manera inmediata la mirada para poder comprobar con sus propios ojos que la superficie que pisaba seguía estando bajo sus pies. De inmediato se sintió como un auténtico cretino, levantó la mirada del suelo y soltó un respingo por haber realizado un acto tan infantil como ese. Se aventuró a realizar una nueva hazaña, esta vez pensado con la cabeza lo que de verdad deseaba hacer; así fue como comenzó a moverse de manera apresurada, agilizando sus pasos, apremiando a que sus piernas hicieran lo que él les pedía, obligando a sus pies a dar grandes zancadas con las que poder evitar dar marcha atrás antes de que se arrepintiesen por haber tomado aquella simple decisión.

Sintió una sensación angustiosa en la boca del estómago, casi diría que se trataba de un efecto secundario por haberse pasado los últimos días de la semana sin haber podido dormir el tiempo suficiente, o tal vez se debiera al hambre, o quizás al amargo sabor que le había dejado la última copa de whisky barato que, aún sin terminar, seguía esperándole encima de su atiborrada mesa de trabajo. Pero con total probabilidad su dolor sólo se debiera al hecho de que sentía una súbita añoranza por no tenerla entre sus brazos, haciéndole gemir con aquellos grandes y gruesos dedos mientras la veía retorcerse de placer al sentir su húmedo sexo entre las yemas de sus dedos. La simple idea de extrañarla ya le había logrado poner de mal humor, y ese planteamiento no lograba mejorarlo, por lo que dejó caer su cabeza contra su brazo izquierdo que, apoyado contra el cristal de la ventana, sólo le sirvió para ayudar a detener el fuerte golpe que vino poco después.
Sobrevino un nuevo pensamiento a su cabeza, y evocó sin desearlo la última vez que había podido estar junto a ella, añoró con todo su ser la climatología de aquel día, pues el cielo estaba tan encapotado que no se podían ver las estrellas, sólo la lluvia caer, salpicando por doquier personas, edificios y vegetación por igual. Habían logrado escapar juntos justo a tiempo de la tempestad, refugiándose en la habitación contigua a su estudio de pintura. Allí la invitó a sentarse, y sin mayor asombro ella se había acomodado en el borde de su cama, con sus grandes y profundos ojos azules oscuros mirando sin mirar nada en concreto, sólo manteniendo la cabeza ligeramente inclinada, esperando a que sucediera algo, sin saber de qué podría tratarse. Él, por su parte, le había ofrecido el espacio suficiente como para que no se sintiera incómoda, pero la simple idea de estar juntos y alejados al mismo tiempo parecía desagradar a los dos, por lo que al final él, sin esperar a que ella se lo pidiera, se tomó la libertad de sentarse a su lado, lo que acabó por hundir ligeramente el colchón. Ahora que la diminuta distancia que a ambos les había separado había dejado de ser un inconveniente, les importunaba el silencio que sin previo aviso se había instalado en aquella habitación, y pudo pasar uno, o quizás o dos o tres minutos, hasta que él dejó caer su brazo sobre el hombro de ella, presionando suavemente su cuerpo, a lo que ella respondió con un gesto aún más íntimo y personal reclinado su cabeza sobre su brazo. Aquel simple gesto fue la chispa detonante para qué miles de ideas surgieran en la cabeza de ambos, tantos pensamientos a la vez que eran prácticamente un ahogo difícil de asimilar.

- Bésame.

Hubo una pausa.

- Hazlo. - Sonó la voz de ella como un ruego.

La mirada de él se clavó sobre sus pupilas, desnudando algo más que sus ojos, casi se diría que desvistió su alma de una única vez simplemente con aquel vistazo.

- Haré algo mejor. - Añadió él. - Te haré el amor. Te haré sólo mía, para que nunca olvides que un día fuiste mía. Te tocaré como nadie nunca te tocará jamás. Serás sólo para mí y para nadie más.

Los ojos de ella mostraron de inmediato una expresión de asombro que no pudo ocultar y que tampoco deseaba esconderle, pues como ya sabía, sólo él podría desnudar su alma como lo había logrado hacer hacía tan sólo un instante. Por ello decidieron aprovechar cada segundo de cada minuto que el tiempo les había regalado. Por lo que volvieron a mirarse, y la mano de él ya había alcanzado su rostro, deslizando las yemas de sus dedos por la comisura de cara, logrando atrapar una vez más sus labios, que besó con indulgencia, a pesar de que los hubiera devorado de un sólo bocado si no se hubiese logrado controlar. Se separaron para tomar aire, para mirarse, con el único fin de observar el enrojecido rostro del otro, uno sofocado por el deseo, el otro por el anhelo de descubrir lo que aquel hombre podía ofrecerle.

Dado que las palabras parecían en aquellos momentos un impedimento más que una ayuda, ambos guardaron silencio; se miraron, sí, pero ninguno de los dos añadió nada nuevo a la conversación que momentos antes habían mantenido. A él le dio la impresión de que debía decir algo, pero ella detuvo sus labios, mucho antes de que estos se despegaran, presionando con la yema de su dedo la comisura de la boca de él. Fue en ese momento cuando los labios de ambos volvieron a quedar unidos, casi se diría que pegados, pues apenas había espacio para que el aire se interpusiera entre sus bocas. El suave tacto de sus bocas unidas, la humedad de sus lenguas, el gentil sonido del gemido exhalado pero no expirado, les enloqueció, poniendo patas arriba el mundo de ambos. Fue entonces cuando sintieron que debían unir sus manos, entrelazar sus dedos, tocarse sin detenerse, pues la pasión ya había comenzado a fluir a través de sus cuerpos, y dejaron caer así la ropa, que incómodamente ya comenzaba a ser molesta para sus cuerpos. Se vieron desnudos, se excitaron con la visión de la desvestida piel que, sin nada con lo que estar cubierta, podía mostrar la vulnerabilidad de ambos. Fue así como el febril deseo comenzó a ser más creciente, más insaciable que el hambre o la sed que padece un náufrago en una isla desierta. Ya no les bastaba con sólo mirarse o tocarse ligeramente, tenían que sentirse, por lo que los besos comenzaron a ser cada vez más profundos, los gemidos más fuertes, los empujones por alcanzar las zonas íntimas más apremiantes, y así, en una carrera sin fin por ganarle tiempo al tiempo, yacieron sin descanso toda la noche sobre un lecho antiguo y chirriante.

Al evocarla en su memoria recordó la forma en la que sus brazos se pegaron a su cuello, las dolorosas pero gratificantes heridas que aún sin cicatrizar seguía teniendo en su espalda. Levantó la cabeza y volvió a dar una última calada a su cigarrillo. Ella se había despertado, podía oírla llamarle en la lejanía, había llegado el momento de retomar la partida y volver a jugar a ser un amante perfecto antes de que se diera cuenta de que no podía vivir sin ella por más tiempo.


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Traducción al español por Huan Manwë para phpBB España