Buscar temas sin respuesta | Ver temas activos Fecha actual Mar Abr 30, 2024 4:51 pm



Responder al tema  [ 1 mensaje ] 
XXIX Certamen de Cuento Corto Laguna del Duero 2009. 

¿Ha sido de su agrado la lectura?
Por supuesto. Es más de lo que me esperaba. 0%  0%  [ 0 ]
No. De hecho me ha decepcionado bastante. 0%  0%  [ 0 ]
Me ha resultado indiferente. 0%  0%  [ 0 ]
Votos totales : 0

XXIX Certamen de Cuento Corto Laguna del Duero 2009. 
Autor Mensaje
Regidor Vampírico
Avatar de Usuario

Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm
Mensajes: 4640
Responder citando
Título de la obra: Ricardo, el príncipe destronado Publicada el 2009. XXIX Certamen de Cuento Corto promovido por el Ayuntamiento Laguna de Duero (Valladolid)

Lectura completa: Ricardo, el príncipe destronado

Esta historia, querido lector, ha sido rescatada de los anales de tiempo. Todo comenzó en un reino muy, muy lejano al que sus habitantes llamaban Ikaryan. La historia que a continuación escucharéis es la de un joven príncipe llamado Ricardo el destronado.

Supongo, lector, que te estarás preguntando como es que Ricardo acabó convirtiéndose en un príncipe destronado. Pues bien, ahora que ha llegado mi turno, indagaré en estos viejos textos que mi mano temblorosa por la vejez sujeta y te contaré todo cuanto se ha escrito sobre él. Así que lo único que te pido es que permanezcas atento, pongas toda tu atención y dejes las preguntas para el final, ya que las interrupciones además de ser molestas, son sinónimo de insensatez. Como ya he dicho, esta historia se remonta siglos atrás. Por aquel entonces la guerra era tan común entre los pueblos que nadie se extrañaba de que los hombres y muchachos salieran de sus casas de forma forzosa para no regresar jamás, pues la mayoría de ellos no eran más que granjeros, pescaderos y leñadores que jamás habían cogido una espada, ballesta o lanza, y mucho menos la habían alzado contra un semejante, y el único error que habían cometido era el mismo que el de la persona que en el campo de batalla les daba muerte, el de estar al servicio de un rey cuyo único valor moral era tener más poder, sin importar el precio que hubiera que pagar. Las guerras costaban mucho dinero, había que pagar no sólo a herreros para que hicieran armas cada vez más fuertes y robustas, capaces de atravesar cualquier casco, armazón o escudo, también había que llevar provisiones, tiendas de campaña y una serie de hechiceros, magos y profetas para saber cuál era el momento más propicio para atacar y cuál el más aconsejable para retirar sus tropas o retirarse del campo de batalla. Los aldeanos tenían que pagar cada semana un tributo al que se le conocía como la penica.

Se le atribuyo este nombre porque la moneda que por aquel entonces estaba en circulación era la penea. Si alguien no podía pagar este tributo, los siervos del rey, a los que se les llamaba vulgarmente por el nombre de los “dîreptôris”, sacaban a los aldeanos a rastras de sus casas en plena noche. Se les ponía una capucha de color negro y se les llevaba a la plaza del pueblo, donde se les colgaba de las manos durante una semana para dar ejemplo a todos. Si en ese periodo de tiempo los miembros de la familia, en este caso las mujeres y los niños, acusados por desobediencia civil a una orden real y a un impuesto municipal, no conseguían el dinero necesario, la familia al completo moría lapidada por el resto de los aldeanos, que entre gritos les decían: “Mai no frotania” que venía a significar “Traidores de la corona”.

Si pensamos que los aldeanos de los diversos pueblos que formaban las comunidades estaban desamparados ante las leyes de sus tiranos señores, en palacio las cosas no iban mucho mejor, ya que siempre había motivos de sospecha, celos, envidias y asesinatos. Así es como acabó el padre del pobre Ricardo, el príncipe destronado, asesinado a manos de un sirviente descontento que se encargó de que su comida real fuera un tanto especial, pues sin que nadie lo supiera cocinó durante una hora un hongo venenoso llamado Amanita Phalloides, más conocida como Oronja verde o Falsa Oronja, que serviría de relleno para acompañar el pollo con otra clase de hortalizas. Como toda la familia real comió el mismo menú que el rey nadie sospechó que el rey había sido envenenado cuando los primeros síntomas comenzaron a aparecer. Tres días más tarde el rey murió tras haber padecido terribles dolores, vómitos, diarreas y nauseas debido al envenenamiento que había sufrido por la Amanita Phalloides.

Por ley le correspondía a su primogénito, Ricardo Manuel Caporalle, heredar la corona y por lo tanto el trono, pero como el joven príncipe aún no había obtenido la mayoría de edad que necesitaba para gobernar, su tío Marco Guillermo, Duque de Panaskra, se proclamó a sí mismo regente del lugar hasta que el joven príncipe pudiera gobernar. Lo que nadie tenía previsto era que el hermano del rey, Marco Guillermo, no tenía pensado abdicar. Para asegurarse el trono para sí mismo obligó a su cuñada, la reina Beatriz Sofía, a casarse con él, ya que al parecer el duque estaba al tanto de las relaciones extra matrimoniales que la reina había mantenido con varios jóvenes de la corte. Si este secreto se descubría, la reina moriría en la hoguera por infiel y por traición a la corona, por lo que tuvo que aceptar a su nuevo marido sin rechistar.

La madrugada del 2 de Septiembre de 1560, por orden real de su majestad el nuevo rey Marco Guillermo, fueron mandados asesinar sus sobrinos: la princesa Rosalía de María, de cuatro años de edad, el príncipe Iban de Cartreza, de tan solo seis años de edad y el joven príncipe primogénito del rey y heredero al trono Ricardo Manuel Caporalle, de tan sólo quince años de edad. Los cuerpos de los niños fueron llevados al interior del bosque, ocultos en una carroza con excrementos de animal. Pero las cosas no salieron como los secuaces del rey habían planeado, pues el príncipe había logrado sobrevivir al ataque y sólo se encontraba inconsciente, aunque había perdido mucha sangre debido a las puñaladas que había recibido. El joven Ricardo, cuyo valor y fuerza era más que conocido en todo el reino, consiguió escapar de sus captores y huyó a través del bosque hasta quedarse sin aliento. Los secuaces del rey le persiguieron hasta que le perdieron de vista. Tampoco se molestaron demasiado en buscarle porque sabían que tarde o temprano acabaría muerto en alguna parte o devorado por los lobos. El príncipe Ricardo cayó desplomado y sin aliento cerca de un río, donde pasó varias horas hasta que fue encontrado por un hombre mayor y una joven muchacha, aldeanos de un pueblo cercano a la capital del reino de Ikaryan. El anciano hombre y la muchacha se llevaron al príncipe a su humilde morada, donde le curaron las heridas, le alimentaron y rogaron a los dioses por la vida del joven. Ricardo pasó la primera noche con cierta dificultad, pero llegó a la segunda e incluso a la tercera, donde recobró el sentido, aunque volvió a perderlo tras balbucear una serie de palabras que no tenían sentido alguno.

Tras varios meses de reposo, el joven Ricardo, que había recuperado su figura y volvía a sentirse más fuerte que nunca, tenía una sola idea en mente: vengar la muerte de sus hermanos y liberar a su pueblo del tirano de su nuevo rey, su propio tío, cómplice del asesinato de su padre, asesino de sus hermanos, y usurpador del trono. Tan pronto como Ricardo se vio con fuerzas y con el poder suficiente para derrotar al nuevo rey que le había usurpado su corona, comenzó a visitar las diversas tabernas de los pueblos de los alrededores donde los hombres y jóvenes hartos de la opresión de los impuestos, de las guerras sin sentido y de ser la carne de cañón en las batallas le siguieron con los ojos cerrados. Sólo hubo un hombre lo suficientemente sensato para negarse a seguirle, el mismo hombre que le había salvado la vida.

La misma noche en que pensaban atacar el palacio y recuperar la corona, Guillermo, el hombre que le había cuidado y alimentado tras el intento de asesinato por parte de su tío, se sentó a hablar con él, mientras su hija Carlota les esperaba en el exterior de la casa.

- No deberías seguir con este absurdo plan. Tu venganza no será llevada a buen puerto, pues así lo anuncian los astros. - Le habló con sabias palabras el anciano Guillermo.

Pero el joven Ricardo ignoró las suplicas del padre de su amada Carlota, con la que contraería matrimonio tras la gran batalla, y comenzó a vestirse para el gran momento de su venganza personal. Guillermo, que le observaba desde la lejanía, negó con la cabeza, mientras intentaba entender la cabezonería de su futuro yerno.

- Ve si así lo deseas, pero quiero que sepas esta noche se va verter sangre inocente y tú podrías ser juzgado por ello.

Con estas palabras le advirtió en modo de amenaza su futuro suegro. Si Ricardo le hubiera escuchado las cosas hubiesen sido muy diferentes para todos. Tras coger su espada y colocársela a la cintura se despidió de su futuro suegro dándole un fuerte apretón de manos. Después le prometió que volvería y le daría a él y a su hija una vida mejor, la vida que ambos se merecían por todo cuanto habían hecho por él. Su amada Carlota, en cambio, le despidió con lágrimas en los ojos justo a la entrada de la casa.

- Temo por vuestra vida, mi señor, pues mi padre no augura buenos presagios para esta cruel batalla.

Ricardo negó con la cabeza las afirmaciones y temores de su amada y la tranquilizó con un casto beso en los labios.
Volveré y entonces estaremos juntos para siempre.

Y dicho esto se subió a lomos de su caballo y se marchó al galope para enfrentarse con su destino. Aunque la derrota estaba más cerca de lo que él se imaginaba.

Tras esperar varias horas a sus hombres en el lugar acordado nadie se presentó. Ricardo, desesperado, puso rumbo a la aldea más cercana. Cuando se adentró en ella, vio por qué sus hombres no habían aparecido: todos estaban muertos. Los siervos del rey los habían ahorcado en la plaza, mientras sus mujeres e hijas lloraban su pérdida. Una de ellas, que se percató de su presencia, le escupió a la cara maldiciéndole y deseándole una muerte lenta y tortuosa. Otra de ellas cogió un poco de barro y se lo lanzó a la cara. Una niña tomó una piedra del suelo y se la lanzó sin éxito. Entre gritos y lamentos las mujeres y madres de aquellos hombres muertos le desearon la muerte, que se pudriera en el infierno, que los demonios devorasen su alma... Ricardo salió tan rápido como pudo de aquella aldea, para comprobar por si mismo el destino fatal que habían recibido los demás aldeanos que se habían puesto de su parte. Sin saber muy bien qué hacer, regresó a su hogar al galope. Pero cuando llegó comprobó horrorizado que ya era demasiado tarde.

Uno de los secuaces del rey había asesinado a su amada Carlota y su cuerpo colgaba sin vida de la chimenea de la casa. Guillermo, que estaba al lado de su hija, lleno de sangre debido a las heridas que le habían infligido con la espalda, maldijo a su rey y a su destino, por no haber sido capaz de proteger de la garras del diablo a su preciosa hija. Cuando

Ricardo, roto de dolor, lo llamó por su nombre, Guillermo no le miró. Simplemente se levantó del suelo, se secó las lágrimas y se fue directo a su despacho. Momentos después trajo consigo una bolsa de tripas de cerdo secas. Guillermo miró fijamente a Ricardo y le dijo:

Te lo advertí y no me hiciste caso. - La voz de Guillermo sonaba llena de ira y dolor. - Sangre inocente se ha vertido esta noche por tu culpa. Ahora yo seré tu juez y verdugo y te condeno a ti, Ricardo Manuel Caporalle, príncipe destronado del reino de Ikaryan, a que vivas una eternidad de hambruna, sed y dolor. Y que nadie tenga piedad de ti, que nadie pueda verte, que nadie pueda oírte. Yo te destierro a las frías montañas de Nabuthre, donde vivirás por siempre jamás.

Y dicho esto, Guillermo le lanzó una especie de polvo mágico que transportó a Ricardo a las frías y nevadas tierras de Nabuthre.

El nombre de Ricardo Manuel Caporalle fue borrado de la historia para siempre, y muy pocos conocen su historia. Sólo tienen noción de ella aquellos que sobrevivieron a la masacre llevada por la ira de su tío, el rey Marco Guillermo, aunque muy pocos quedamos ya para contarla.

Ricardo Manuel Caporalle, más conocido como Ricardo el príncipe destronado, sigue vagando por las frías y heladas tierras de Nabuthre, donde nadie va a verle, ni oírle, ni a escucharle. Pues su condena fue justa, a pesar de ser una víctima más de las guerras que aún siguen existiendo a pesar de llevar ya más de diez mil años de batalla.

Pero es que el poder corrompe con facilidad los corazones de los humanos que pueblan la tierra y es de buena tinta sabido que nadie dará su brazo a torcer mientras haya un trozo de tierra por conquistar.


NOTA LEGAL: Akasha Valentine 2009 ©. La autora es propietaria de esta obra literaria y tiene todos los derechos reservados.

_________________
Imagen

Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.


Dom Jul 09, 2017 10:31 am
Perfil WWW
Mostrar mensajes previos:  Ordenar por  
Responder al tema   [ 1 mensaje ] 

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado


No puede abrir nuevos temas en este Foro
No puede responder a temas en este Foro
No puede editar sus mensajes en este Foro
No puede borrar sus mensajes en este Foro

Buscar:
Saltar a:  
cron
Powered by phpBB® Forum Software © phpBB Group
Designed by ST Software for PTF.
Traducción al español por Huan Manwë para phpBB España