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La muerte vendrá hoy a verte, Leopold. 
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Título Original: La muerte hoy vendrá a verte, Leopold.
Autora: Akasha Valentine.
Número de Páginas: 23.
Género: Relato Gótico/Terror.
Idioma: Castellano.
Volumen: Único.
Depósito Legal: M-006567/2013.
Ilustración de cubierta: © 2013 Akasha Valentine.
Fotografía del autor: © 2013 Akasha Valentine.
Fecha de publicación: 28/08/2013.
Precio de la obra: Gratuito.


Sinopsis de la obra:

En cuanto Leopold se despertó la vio allí sentada. Encorvada sobre sí misma, con la cabeza cubierta por una túnica mohosa y roída, tan pestilente que ni el simple gesto de cubrirse la cara con la sábana y la colcha pudo despegar de la punta de su nariz tan nauseabundo olor que poco a poco a poco fue abriéndose paso a través de sus fosas nasales y ascendiendo sin previo aviso por las vellosidades del orificio nasal. De espaldas a él, la horrible figura no se movió y ni tan siquiera le prestó una mínima atención, permaneció allí callada, inamovible, como si su extravagante figura formara parte de la decoración.

Puedes descargar la obra completa a través del siguiente enlace: http://www.mediafire.com/view/gnpetblfz ... eopold.pdf

Etiquetas: Relatos Góticos, Relatos de Terror, Relatos de Miedo, La muerte hoy vendrá a verte, Leopold, Relatos de Akasha Valentine.

Todos los relatos aquí publicados son © Akasha Valentine 2013, y la autora es propietaria de los derechos de autor. Si ves algún relato en otra web, foro u otro medio, están cometiendo un delito, salvo que cuenten con el permiso expreso de la autora, y siempre que esté citada la fuente y la autoría.

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Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.


Mié Ago 28, 2013 1:11 pm
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Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm
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LA MUERTE HOY VENDRÁ A VERTE, LEOPOLD.

En cuanto Leopold se despertó la vio allí sentada. Encorvada sobre sí misma, con la cabeza cubierta por una túnica mohosa y roída, tan pestilente que ni el simple gesto de cubrirse la cara con la sábana y la colcha pudo despegar de la punta de su nariz tan nauseabundo olor que poco a poco a poco fue abriéndose paso a través de sus fosas nasales y ascendiendo sin previo aviso por las vellosidades del orificio nasal. De espaldas a él, la horrible figura no se movió y ni tan siquiera le prestó una mínima atención, permaneció allí callada, inamovible, como si su extravagante figura formara parte de la decoración.

La ventana crujió levemente, o tal vez fuese el sonido de su corazón lo que en realidad había oído en mitad de la noche. Acurrucado a los pies de la cabecera y cubierto por la inmensa oscuridad que allí habitaba, con la boca reseca por el sueño profundo que horas antes lo había obligado a retirarse a su dormitorio, despegó sus resecos labios pero no se atrevió a pronunciar palabra alguna. Es más, de hecho tuvo que volver a cerrar la boca minutos después, pues la contracción de sus propios músculos le estaba produciendo un molesto dolor que lo hizo volver a la realidad.

Aún tiritando, aferró aquella vieja sábana cuyo bordado a mano había vivido tiempos mejores, la estiró fuertemente hacia arriba y la empleó inútilmente como si de un escudo de protección se tratase. Ridícula y a su vez pintoresca era la imagen. La obra que allí se representaba, pues de ficticia interpretación poco tenía, incluso yo diría que podría haber sido escrita por el mismo William Shakespeare y ser representada por el genio de los escenarios victorianos Henry Irving, pues como el mayor dramaturgo de todos los tiempos solía decir: “Cuando llega la desgracia, nunca viene sola, sino a batallones”.

Temió preguntar, así que del interior de su boca no salió palabra alguna. Pasó un segundo y después un minuto. Y así corrieron las horas en aquel viejo reloj de repisa que sobre la chimenea ahora fría gimoteaba los segundos entre sollozos temiéndose lo que a continuación sucedería.

Leopold sintió que en el interior de su garganta un ejercito de hormigas trabajadoras corrían sin descanso en busca de alimento para su reina. Pero aquel ligero cosquilleo no era otra cosa que una rápida contracción espasmódica que debía de ser aliviada por la cavidad torácica en cuanto sus pulmones soltarán todo el aire que tenían.

Acto seguido se tapó la mano con la boca y ladeó el cuello intentando evitar el contacto visual con aquella horripilante figura. Pero al igual que dos polos opuestos se atraen, él no podía dejar de mirarla y ella no le quitaba el ojo de encima, aunque estemos hablando de su vista de forma metafórica, pues aquellas cuencas vacías de un intenso color negro, resecas por los siglos y tan áridas que hasta daba pena verlas, nunca existieron para llevar globos oculares para ellas. Donde la boca tendría que tapar dientes y huesos no había nada, sólo un cráneo marchito cuya capacidad de hablar le robó durante un segundo el aliento.

Soy la muerte. - Afirmó. Y hoy he venido a recogerte.

Leopold se sintió más inquieto todavía. Donde la tos cesó se asentó el miedo. Sus manos y sus pies temblaron, al igual que el resto de su cuerpo. Inseguro e incapaz de hacer nada por sí mismo, siguió allí cobijado a los pies de su cama.

- Ha llegado tu hora. Tu final esta cerca.

Creyendo estar sumergido aún en un sueño gobernado por su propio miedo y tiranizado por la ansiedad que carcomía su pecho, quiso despertarse enseguida, pero se dio cuenta de que no podía hacerlo, pues ya lo había hecho.

Pasó un buen rato, hasta que tuvo el valor necesario de conjugar una frase que tuviera algún sentido.

- ¿Por qué has venido?

Aquel cuerpo sin carne, cubierto por una dramática túnica que empeoraba si cabe su aspecto, volvió a afirmar lo que ya había dicho.

Leopold, que se negaba a creer lo que le decían, dejó caer su escudo de tela y se relajó un poco delante de aquella extraña figura.

- Pero yo no puedo morir. - Explicó rápidamente. - Aún no ha llegado mi hora.

La muerte negó con la cabeza su afirmación.

- He venido a buscarte y yo nunca me equívoco. Siempre acudo a todas mis citas el día exacto a la hora en punto.

Leopold sintió un terrible sudor frío que le recorrió parte de la espalda. Un calor que no supo de donde provenía encendió su sangre y sintió como fluía a través de sus venas.

- Aún me quedan muchas cosas por hacer. Tanto que ver y tantas cosas que vivir, que si hoy me llevas, ¿qué va a ser de mí?

La muerte no se inmutó antes sus palabras, pues ya las había oído miles de millones de veces y tal vez muchas más de lo que aquí nombre, pues cada hombre, mujer y niño le suele decir algo similar cuando se presenta antes sus narices.

- ¿Y crees que si te doy más tiempo no ibas a decirme lo mismo cuando llegara el momento de volver a por ti?

Leopold se dio cuenta de que lo que en realidad le decía era verdad. Un minuto o cien años nunca serían suficientes. Siempre tendría cosas que ver y aprender, emociones que sentir, daños con los que aprender a superar obstáculos. La muerte llevaba razón y él no pudo rebatirle aquella acusación. Salvo para pedirle clemencia.

- Pero yo no quiero morir.

Ella se levantó de la cama sin hacer el menor ruido. Se giró y clavó las cuencas vacías de sus ojos en el rostro de él.

- ¿Acaso crees que alguien desea morir?

Él se tomó un minuto o quizás dos antes de responder.

- Los suicidas... -Habló dudoso.... -Ellos desean morir.

La muerte negó con la cabeza, antes de responder.

- Incluso ellos, cuando están a punto de exhalar el último suspiro, se aferran a la esperanza y la vida cuya resistencia es como el hilo de una tela de araña para no caer en mis garras.

Leopold volvió a enmudecer de golpe.

- ¿Sufriré? ¿Será doloroso? ¿Qué hay después? Si es que hay algo... - Esto último lo susurró casi sin aliento.

Ella se acercó. Posó su huesuda mano sobre su hombro y habló.

- Tienes miedo por haber desperdiciado el tiempo que te fue entregado sólo a ti.

En un acto desesperado, esperando ser perdonado, saltó de la cama y se arrodilló a los pies de su túnica, esperando que aquella fantasmagórica imagen le perdonase la vida.

- Suplicar no sirve de nada. No tengo piedad, ni corazón, soy un mero instrumento del destino o de una sola o quizás de varias divinidades: ¡qué voy a saber yo! Pero hay algo que sí te puedo decir para consolarte si es lo que en realidad deseas oír. No te entretengas por el camino. Ni te agobies con ideas o pensamientos a los que tal vez nunca deberás enfrentarte. Ignora a todos aquellos que lloran a sus muertos cuando en realidad en vida nunca les prestaron atención. La vida de uno siempre debe ser un ejemplo para los demás. Ya sea buena o mala. De la paradigmática aprenderemos pero no la copiaremos ni la haremos nuestra, de la infame la estudiaremos, la tendremos siempre reciente en nuestra cabeza y temerosa en el corazón, pues ambas nos enseñarán lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. En definitiva de vuestra propia esencia.

Leopold tosió de nuevo. Con el rostro lleno de lágrimas y apenas sin voz balbuceó palabras ininteligibles que tuvo que volver a repetir, pues no estaba seguro de si aquella terrorífica criatura le había entendido.

- Quiero vivir. - Repitió una y otra vez. - Quiero ser mejor persona, dejar en los demás una huella que no deseen borrar de sus vidas jamás. Deseo viajar y aprender de nuevas culturas, hacer amigos, tener nuevos sueños.

La muerte golpeó con violencia la redondeada madera de caño de su guadaña, provocando un sonido tan aterrador que Leopold saltó del suelo a la cama y se cubrió inmediatamente con las sábana y las mantas.

- Tuviste una vida. Conociste a personas distintas a ti. Cada palabra que expresaste fue una enseñanza en aquellos que se detuvieron para escucharte. Tú trazaste tu propio camino, las líneas que deseabas recorrer, pues nadie te impuso seguirlas si no querías hacerlo. Sufriste situaciones muy dolorosas, pero en ti estaba la fortaleza necesaria para no dejarte pisar por esos demonios que a tus espaldas siguen montados. Eres tú quien debes cruzar tus propias metas, eres tú quién debe gritar basta cuando la injusticia ciegue tu corazón. Tú y solo tú eres responsable de cómo enforcar tus problemas cuando llegan a tu día a día. Una vida más no te hará más sabio, ni fuerte, es la experiencia la que hace salir adelante. Y tú te engañas al creer que no estás muerto, pues como ya te he dicho anteriormente he venido a buscarte y yo nunca me equivoco. Siempre acudo a todas mis citas el día exacto a la hora en punto.

- FIN-


Puedes descargar la obra completa a través del siguiente enlace: http://www.mediafire.com/view/gnpetblfz ... eopold.pdf

Etiquetas: Relatos Góticos, Relatos de Terror, Relatos de Miedo, La muerte hoy vendrá a verte, Leopold, Relatos de Akasha Valentine.

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Última edición por Akasha_Valentine el Mié Ago 28, 2013 1:14 pm, editado 1 vez en total



Mié Ago 28, 2013 1:13 pm
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MORALEJA.

No tengáis miedo a ser vosotros mismos. Ser joven no significa tener toda una vida por delante. Hoy estás aquí, pero mañana la muerte vendrá a buscarte. Importa lo que haces, pues según lo que dejes en quienes quedan atrás, tras tu partida, así será como te recuerden. Sé tu mismo, pues la libertad del individuo es el sinónimo de la vida. El miedo, el odio, la irresponsabilidad, el esperar que los demás hagan todo por ti e incluso que alguien te diga cómo debes vivir o en qué debes trabajar es la esencia de la esclavitud. No es mejor vida la de aquel a quien le dan todo hecho, sino la de quien es capaz de darse cuenta de sus propias necesidades y luchar sin oprimir, aplastar, a ejercer su tiranía por encima de los demás para obtener un beneficio propio.

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Mié Ago 28, 2013 1:14 pm
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Traducción al español por Huan Manwë para phpBB España