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Relato: La venganza de la bestia y El retorno de la bestia.
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Akasha_Valentine
Regidor Vampírico
Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm Mensajes: 4646
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Shadow of the Beast (La sombra de la bestia) es un videojuego de plataformas y aventura que fue desarrollado en 1989 por la empresa británica Psygnosis. Este juego supuso una revolución a nivel gráfico ya que permitía varios planos de desplazamiento simultáneos en pantalla, lo que luego pasaría a conocerse con el nombre de “scroll parallax”.
La popularidad del juego se vio incrementada por su exquisito detalle gráfico y por su fantástica composición musical creada por el compositor británico David Whittaker (24 de abril 1957- ?).
La versión original fue publicada para el ordenador Commodore Amiga, y años después se desarrollaron conversiones para diversas plataformas entre ellas: Spectrum, Master System, Megadrive, SNES… Incluso hace relativamente poco tiempo la empresa Sony publicó un remake de la obra original para la Playstation 4.
El argumento de la obra fue también un punto clave a la hora de obtener un gran número de seguidores, pues está obra fantástica queda ambientada en un mundo mágico donde un niño es secuestrado por un malvado mago llamado Maletoth, quien utiliza sus artes oscuras para torturar a este infante durante su etapa de crecimiento y transformarlo en una bestia cruel y despiadada que cumpla sus órdenes.
Sin voluntad propia y anhelos de seguir viviendo el niño, ahora ya convertido en hombre-bestia, presencia la ejecución de un hombre inocente bajo las órdenes de su raptor, lo que acaba por despertar su lado racional y recuerda que el hombre que ahora yace sin vida postrado en el suelo es en realidad su progenitor. Herido, confuso y dolido por lo sucedido, la rabia ciega a la bestia, que logra romper sus cadenas y vengarse del hombre que hasta entonces le había mantenido como prisionero.
El relato que usted va a leer a continuación se inspira en está trágica historia. Fue escrito en 2005 para el “2º Concurso RetroRelatos RetroManiac” recibiendo una mención especial por su creatividad.
(Fotografía: Mención especial por parte del equipo de RetroManiac)
La obra se divide en dos partes: la primera, que lleva por título “La venganza de la bestia”, es una versión literaria adaptada al argumento original de la obra; la segunda, “El retorno de la bestia”, imagina un final alternativo en el que Maletoth logra regresar de entre los muertos para someter a su dócil siervo arrebatándole una vez más lo que más ama: la vida de su propia familia.
_________________Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.
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Lun Nov 28, 2016 10:43 pm |
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Akasha_Valentine
Regidor Vampírico
Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm Mensajes: 4646
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La venganza de la bestia.
Se mantuvo agazapado en la esquina de su diminuta celda lamiéndose las heridas del antebrazo y la mano que, aún sangrantes, mancharon parte de su mutado e irreconocible cuerpo humano. No podía llegar más allá de estas dos cortas extremidades, pues el yugo de las cadenas le impedía tener cierta facilidad de movimiento en aquella insignificante y enana prisión a la que tenía que llamar hogar desde hacía ya más de diez años. Sacó la lengua de su boca y siguió con su rutinario hábito de aseo cuando estaba a solas sumido en la casi absoluta oscuridad de la noche. Los entumecidos músculos le dolían, al igual que los huesos: las fisuras producidas por los crueles y despiadados trabajos físicos exigidos por Maletoth, el Señor de las Bestias, habían logrado quebrantar no sólo su hastiada voluntad de vivir hacía ya meses, sino que también ahora su cuerpo se resentía bajo los efectos de las pociones, embrujos y encantamientos a los que le habían estado sometiendo desde su adolescencia.
Dejó por un instante de lamerse, como si se hubiese dado cuenta de algo, y al hacerlo pasó por su mente un pensamiento tan fugaz que se le borró de la memoria tan deprisa que apenas tuvo tiempo de asimilarlo, y tal vez aquello se hubiese debido a que pudo oír en la lejanía, más allá del remoto camino que separaba su celda de la puerta principal que daba acceso a los calabozos, las resonantes pisadas de dos deformes caballeros a la orden de Maletoth, que con sus aparatosas armas y vestiduras no podían pasar desapercibidos a los desarrollados tímpanos de la bestia encarcelada.
Se tomaron su tiempo antes de llegar, e incluso gargajearon en el interior de sus gargantas las flemas que después escupirían de manera intencionada sobre el caldo aguado que portaba uno de ellos entre sus manos y en cuyo interior se encontraban varios huesos de animales, poco cocidos y sin apenas carne, que serían el sustento alimentario de aquella noche.
La bestia sabía que se acercaba la hora de cenar, pues en lo más profundo de su ser el dolor que provenía del interior de sus entrañas le hizo contraer todos y cada uno de sus músculos de manera involuntaria, y de inmediato tuvo que contener el aliento y exhalar el aire que reprimían sus órganos. Se sintió más débil y nostálgico que nunca, como si los días ya no tuvieran sentido alguno en su miserable existencia, y el simple hecho de vivir siendo una marioneta al antojo de su señor le hizo darse cuenta de que su propia vida ya no merecía la pena. No podía tomar las riendas de su propio futuro ni el control de sus actos, no sin un motivo por el que mereciese la pena seguir luchando, y si alguna vez lo hubo desde luego no lo recordaba, así que siguió a lo suyo, lamiéndose sus propias heridas, olvidándose de que debía descansar antes de emprender en unas horas un nuevo y tortuoso viaje a las lejanas tierras donde su amo y señor Maletoth planeaba extender su reino aun si debía con todo ello exterminar a sus gentes.
Dio un último lametazo a la herida más profunda que tenía en el dorso de la mano, y de nuevo un segundo pensamiento le golpeó de lleno en la memoria dejándole aturdido durante una o dos milésimas de segundo: vio lo que no creía que fuera posible, una mano humana donde ahora sólo había dedos malformados, fuertes y robustos, cuyas garras negruzcas y sucias sobresalían otorgándole un aspecto feroz y temible al mismo tiempo.
Sintió de inmediato un dolor el pecho que no supo explicar, una pequeña punzada que lo mantuvo intranquilo durante unos minutos, pero que olvidó al darse cuenta de que una diminuta polilla se había apoyado en los muros de la única ventana que había en el interior de su celda. El insecto se movió con lentitud, ascendiendo con sus patas a través de los barrotes hasta llegar a la parte superior, desde donde saltó y emprendió el vuelo hasta colocarse en la pared frontal ubicada a escasos metros de su hocico. Podía decirse que entre ellos se había creado una rara e inusual amistad que les llevó a hacerse compañía mutuamente en los últimos días; eran sus nocturnas visitas las que le alegraban el día y le hacían mantenerse cuerdo aún cuando nada más le quedaba.
Oyó el rítmico sonido de las llaves danzando en los bolsillos del guardia, y supo que no tardarían en hacer acto de aparición, pero está vez algo parecía distinto, los latidos del corazón de ambos palpitaban de manera apresurada, lo que quería decir que estaban ansiosos y expectantes por algo que estaba a punto de ocurrir. Y eso le puso en alerta, aunque no podía hacer mucho desde el lugar en el que se encontraba, así que esperó a ver que pasaba, y así se quedó muy quieto y callado imaginando qué se traía entre manos su señor Maletoth.
- Date prisa. - Esgrimió el centinela más joven. - O llegaremos tarde a la ejecución.
El más longevo de los dos hundió sus manos entre sus pertenencias y buscó la pesada llave que abría la celda mientras le arrojaba a su compañero el tazón de madera con los restos de comida del prisionero, empapando así la pechera de su uniforme.
- Oye...- Exclamó de repente. - Ten más cuidado, ¿quieres?
El hombre mayor le miró y exclamó con una expresión que restó importancia al asunto, y siguiendo a lo suyo, girando la llave y adentrándose en el interior de la celda, comprobó que aquel lugar apestaba a muerte.
- ¡Eh...! - Le dijo a la bestia, quien desde la lejanía le observaba con odio y recelo. - La cena está - servida.
Y tomando el tazón de la manos de su compañero lo lanzó al suelo, arrojando así la mitad del contenido por el aire y dejando que éste cayese sobre la paja defecada y orinada días antes. No quedaba mucha comida de la que alimentarse, lo poco que había no saciaría ni el hambre ni la sed que tenía, pero sabía que aquella apestosa criatura deforme se la comería de igual manera, así que pensó que por qué debía molestarse en cuidar de ella.
El centinela joven también había entrado tras los pasos de su longevo compañero, y desde la ventana de la celda vio cómo estaba dando comienzo la ejecución de los presos. Sin embargo su superior estaba más interesado en hacerle pasar un mal rato a su prisionero, así que cuando vio a la polilla revolotear sobre la cabeza de éste, la tomó entre sus manos y la aplasto con fuerza dejando caer su difunto cuerpo a los pies de la bestia, quien no dijo ni hizo nada por su fallecida amiga.
- Debemos irnos. - Exclamó el guardia. - La ejecución ha comenzado y nos la vamos a peder.
Su superior desvío la mirada y le pidió que esperase, pues aún no había llegado el momento que él tanto había deseado.
- ¿Sabes una cosa, bestia? Ahí afuera, una persona que te conoce y que sabe quién eras va a morir a manos mías esta noche, porque me voy a dar el placer de abrirlo en canal sólo porque deseo verte sufrir, y lo mejor de todo es que mañana cuando te entregue la comida te dejaré que pruebes la mejor parte de su carne: su cabeza. Tal vez así reconozcas que ya no volverás a ser quien eras.
Fueron sus palabras, o quizás sus gestos oscenos, o la rabia o el dolor acumulado durante tantos años lo que le hizo estallar, y aún falto de fuerzas la bestia se armó de coraje e intentó alargar sus brazos y sus piernas para matarle, pero no podía ni tocarle porque aún seguía encadenado a la pared.
Bien, bien, así me gusta, que saques toda esa rabia que hay en ti, porque mañana vendré y te haré lo mismo, y pasado mañana, y al siguiente... - Hubo una pausa. - Créeme si te digo que te lo voy a hacer pasar muy mal, porque el hombre que hoy voy a ejecutar... - Hubo de nuevo un paréntesis, y después un leve susurro que dejó en su oído...
La bestia, que hasta entonces había permanecido acallada por el dolor, con los recuerdos adormecidos en una parte de su memoria, enloqueció e intentó liberarse de sus cadenas, pero no pudo, y luchó e hizo todo cuanto estuvo en sus manos mientras su celador se reía de él a carcajadas. Pero su risa duró poco tiempo, pues no había previsto que aquella bestia malformada por los hechizos, las pocimas y la magia tuviera el valor y el coraje necesario para romper con sus propios dedos los grilletes que le ataban desde el cuello hasta los pies. Y tirando hacia delante y hacia atrás sin descanso, violentamente, y forzándose hasta el punto de quedarse casi sin aliento, se deshizo de sus grilletes sin que le diera tiempo a sus captores a desenfundar sus armas, y arrojándose sobre ellos les rompió el cuello a dentelladas, mientras sus gritos se ahogaban en la noche con los de su padre, quien a escasos metros de él también moría a manos de un cruel señor al que no volvería a servir nunca más, y al que le juró que se vengaría por todo el daño que le había hecho a él y a su familia.
Si usted desea colaborar en la divulgación de la obra aquí escrita deberá indicarlo de la siguiente manera. Valentine, Akasha (2016) "La venganza de la bestia". Publicado en http://www.akashavalentine.com/akasha/
_________________Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.
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Lun Nov 28, 2016 11:14 pm |
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Akasha_Valentine
Regidor Vampírico
Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm Mensajes: 4646
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El retorno de la bestia.
Mantuvo la mano inmóvil y los dedos extendidos apoyados sobre el reposabrazos de la silla de madera, saboreando cada momento, cada instante, deteniéndose sin orden ni obligación por parte de nadie en las irregulares imperfecciones que habían quedado en la madera tras el paso del tiempo y el uso en el mobiliario sobre el que se encontraba sentado. Con la mirada puesta en la chimenea y las oscilantes pupilas danzarinas saltando sin rigor ni sentido de un tablón a otro de madera, pasó la mayor parte de la última hora viendo como ésta era devorada por el vasto fuego de la chimenea de piedra.
Podría haber permanecido en aquella posición horas o tal vez días, con la única compañía de la resonancia de las llamas consumiendo todo a su paso, pero no fue así como permaneció por más tiempo, pues justo detrás de él, donde la luz de las llamas no alcanzaba a iluminar la estancia, el ligero sonido emitido por unas sandalias de cuero le hizo percatarse de que en aquella habitación ya no estaba él solo. No obstante no se movió para ladear su cara y ver quien le acechaba entre las sombras, y tampoco hizo ningún movimiento brusco cuando sintió el ceñido contorno de unos delicados brazos en torno a su grueso y desarrollado cuello. La suave presión la recibió con ansia, y la ligera apretura fue más que bien recibida al sentir el contorno de sus senos presionando su fornida espada.
- Hola.- Exclamó la mujer, con la suave caricia que deja la seda al contacto con la piel. - ¿Todo va bien?
Incluso aunque ella quiso evitar que en su tono de voz la inquietud tomase su verdadera forma no pudo evitar sentirse oprimida por la sensación de entrometerse en los asuntos personales del hombre al que amaba.
Pero él permaneció calmado y sereno, como si la presencia de su amada no hubiera roto su concentración o lo hubiese dejado expuesto a la inquietud que deja el desasosiego. Muy al contrario, pudo sentirse más ligero y aliviado que de costumbre, tal vez porque el aroma que impregnaba su piel le recordaba a los campos que años atrás había visitado tras liberarse a sí mismo de la influencia Maletoth con la muerte de éste.
Tomó para sí mismo el brazo de su mujer, y alzándolo en el aire pasó los labios con destreza y cuidado, marcando con la punta de su nariz una delgada línea que muy pronto llenó de besos furtivos y escuetos. Susurró su voz con su nombre, y al decir la última vocal, chasqueada por la punta de su lengua, el corazón se le aceleró y el brillo de sus ojos, ahora de nuevo humanos, realzó el color de su belleza y encendió las pasiones que aún latentes esperaban a ser resurgidas donde noches atrás quedaron satisfechas en el lecho matrimonial.
Ella no dejó que él soltará su brazo, pero con el dedo de su mano aún libre se apremió en resbalar las yema por el contorno de su rostro, y dibujando cada línea de su forma, surcó las viejas cicatrices de un pasado que aún le seguía atormentando aunque no le hablase abiertamente de lo que había sucedido. Tomó para sí misma aliento al darse cuenta de lo que él estaba a punto de pedirle, y resbaló de nuevo en el aire sus dedos hasta alcanzar la cinta de su lazo con el que sujetaba su camiseta de algodón tejido a mano por ella misma. Deshizo el nudo y dejó que la ropa cayese por entre sus hombros, mostrándole cada línea de su piel cuando rodeó la silla y se colocó delante del fuego de la chimenea para ser la única imagen a la que él debía prestar atención.
El hombre que antes fuera bestia sintió que ese animal que aún latía en su interior se despertaba con las sensuales provocaciones llevadas a cabo por su mujer, quien, colocada delante de su figura, le tendió la única mano libre que tenía para incitarle a que diera el siguiente paso.
Obedeció la suave orden que le había ofrecido, porque no había ni pizca de malicia en ella, y por el contrario sí que merecía la pena seguir su mandato.
Con fuerza, pero sin ejercer presión, sintió como él tiraba de su cintura, liberándola de la ansiosa necesidad que ahora había nacido en el interior de su ser. Tomó su cabeza y con sus propios dedos enredó sus cabellos, pasándolos con cuidado, sin llegar a tirar de ellos, pues eso le habría enfurecido, aunque de manera involuntaria, así que siempre que lo hacía mantenía cierta precaución con aquel íntimo gesto. Notó como él hundía su rostro entre su vientre y al levantar la vista sus senos le tapaban parte del ansioso y ardiente color con el que sus pupilas brillaban. Podría haberse echado para atrás para mirarlo con más atención, pero no quiso hacerlo, porque le dio la sensación de que él se sentía demasiado cómodo y seguro entre sus brazos, así que le dejó estar allí todo el tiempo que él quiso.
Nunca pensó que volvería a ser humano, a sentir y pensar como un humano, a amar y ser amado por un semejante, pero allí estaba, sin dar crédito a lo que veía o vivía, y por todo ello estaba agradecido; el tiempo de los seres humanos vive sujeto a su propia mortalidad, a él le pareció que el suyo era más eterno que ninguno, por ello y por todo no se molestaba en llevar a cabo las acciones de manera apresurada, ni tan siquiera en los momentos más íntimos, cuando estaban a solas; quería disfrutar de los placeres que durante tantos años le habían privado, así que cuando su mujer lo ánimo a que se esforzara en darse algo de prisa y atender sus necesidades, el tiró con suavidad de su cintura por segunda vez, la rodeó con fuerza entre sus brazos y alzó su cabeza para robar de su labios un beso que la dejó sin aliento durante unos breves instantes.
- Todo a su debido tiempo.- Le susurró apoyando sus labios sobre el contorno de su lóbulo izquierdo. - Quiero seguir sintiéndote como mía y de nadie más.
Ella sonrió por la franqueza de sus palabras, pero no obstante se sintió algo ansiosa, al fin y al cabo, el deseo es una sensación ardiente que no se despeja con otros pensamientos, y doblega a la voluntad de sus anhelos a los hombres y mujeres por igual.
Pero dado que su mujer no parecía estar dispuesta a esperar, ánimo la situación deslizando su camisa de algodón con más rapidez, y tras dejarla a la altura de su ceñido corpiño, sus grandes y rosados pechos quedaron al descubierto.
A él se le escapó el aire de los pulmones de un sólo golpe, y le costó su tiempo y su esfuerzo volver a recuperarlo de manera natural, se había perdido en la belleza natural que delante de sus ojos se exponía sólo para su uso y disfrute, y cuando una de sus manos y su boca se alzó para atraparla, se percató del sonido exterior que provenía de la calle. De inmediato, subió la ropa de su mujer, y le pidió que se diera la vuelta para poner sus ropas en orden, justo en el mismo momento en el que la pesada puerta de madera se abría con lentitud pero con entusiasmo dejando pasar los rayos de la luz de la luna y trayendo consigo el rostro familiar de un niño pequeño y su perro.
- Papá. - Gritó el muchacho.- Mira, mira lo que he encontrado en las profundidades del bosque.
El niño metió su diminuta mano en el bolsillo y extrajo de su interior un pesado y gran anillo, de un color vivo como la sangre humana, que no cesaba de reflejar sobre su superficie todo aquello que veía a su paso.
El rostro del hombre palideció de inmediato, como si le hubiesen golpeado reiteradas veces en la boca del estómago, así que, actuando de manera irracional, sin darse cuenta de lo que había hecho, se arrojó sobre la mano de su hijo y arrebatándole la joya, le zarandeó violentamente una y otra vez pidiéndole toda clase de explicaciones.
El asustado pequeño no se atrevió abrir la boca, y en lugar de exclamar palabras lo único que pudo hacer fue llorar, sin consuelo alguno, porque su progenitor le daba mucho miedo. Y tuvo que ser su propia mujer la que se vio obligada a intervenir entre los dos y poner orden en aquel caos, evitando que la situación se fuese de las manos.
Él hombre volvió en sí de inmediato, pero quizás lo hizo demasiado tarde. En su intento por comprender de dónde había salido aquella pieza de joyería dejó de oír los sonidos exteriores, y fue así como los secuaces de Maletoth habían seguido a su pequeño hijo hasta llegar a encontrarlos a todos ellos en el interior de la casa.
Rápidamente, aunque lamentablemente sin demasiada fortuna, ordenó a su mujer, su hijo y su perro ponerse a salvo, pero casi sin tiempo para ayudarles a huir, la guerra comenzó en el interior de su casa, y donde hasta entonces hubo emociones agradables y sosegantes en aquellos muros de piedra, ahora resonaban los gritos de horror y muerte, mientras él, malherido, y su esposa muerta yacían en un charco de sangre, viendo él mismo con sus propios ojos cómo se llevaban a su hijo pequeño para convertirlo en la bestia que él mismo fue, mientras su perro corría detrás del pequeño sin separarse ni un sólo momento del niño y sus captores.
Si usted desea colaborar en la divulgación de la obra aquí escrita deberá indicarlo de la siguiente manera. Valentine, Akasha (2016) "La venganza de la bestia". Publicado en http://www.akashavalentine.com/akasha/
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Lun Nov 28, 2016 11:21 pm |
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