Título Original: No supongas nada. © 2014
Autor: Akasha Valentine.
Género: Microrrelato/Narrativa/Terror.
Idioma: Castellano.
Volumen: Único.
Ilustrador: Akasha Valentine - 2014.
Corrector: José Antonio.
Editor: Akasha Valentine.
Fecha de publicación: 10/07/2014.
NO SUPONGAS NADA POR AKASHA VALENTINE.
Nada le hizo suponer que a las siete en punto de la tarde la aldaba que permanecía inamovible por el viento y guarecida de la lluvia bajo el primitivo tejado del pórtico expondría a la puerta a semejantes golpes tan rudimentarios como chabacanos. Era de suponer que había alguien al otro lado de la puerta intentando llamar la atención de los residentes, pero el señor Eluchans, dueño y señor de la gran mansión, omitió en un principio la impertinente llamada de atención por parte de su inesperado invitado. Con el tenedor en la mano, la carne de cordero aún seguía estando sujeta por las púas y la salsa con la que había sido bañado caía gota a gota sobre las verduras cocidas y sin tocar por la boca del comensal.
El mayordomo volvió su rostro para toparse con el de su señor, y al no obtener respuesta se anticipó para hacer la pregunta más obvia, dado que el repentino visitante no cesaba en su intento de ser atendido lo antes posible.
- ¿Voy a abrir, señor?
El dueño de la casa agregó malhumorado:
- ¡Vaya!- Exclamó. - Y hágalo deprisa, antes de que ese loco me tire la puerta abajo, y hágale saber que no quiero nada de él salvó que se aleje lo antes posible de mi propiedad.
El mayordomo se inclinó reverenciando a su soberano y se fue del salón comedor para atender la orden que se le había encomendado. Al llegar a la puerta los golpes cesaron, y al poner la mano sobre el tirador el mayordomo la retiró casi de inmediato, pues estaba tan candente que sintió como el hierro le abrasaba la piel, y tuvo que ir de inmediato a ponerse hielo en la zona afectada.
Tras ser atendido por su mujer Dorhinda, la jefa del servicio de cocina, volvió para comunicarle a su señor el percance que había sufrido, y al entrar en la sala percibió un intenso aroma a azufre que lo hizo retroceder unos cuantos pasos para taparse la cara con las manos. Cuando volvió a repetir el mismo movimiento para entrar por segunda vez, se dio cuenta de que su amo ya no estaba allí, y donde antes había estado sentado ahora lo único que quedaba era un enorme agujero en la alfombra de color negro, una silla volcada vacía y una cena a medio ingerir siendo comida por las ratas.
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