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Historias diarias de Akasha Valentine: Un extranjero más. 

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Historias diarias de Akasha Valentine: Un extranjero más. 
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Registrado: Mié Mar 21, 2007 12:17 pm
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Título Original: Un extranjero más. © 2018.
Autor: Akasha Valentine.
Género: Relato/Narrativa hispanoamericana contemporánea
Idioma: Castellano.
Volumen: Único.
Ilustrador: Akasha Valentine -2018.
Corrector: José Antonio.
Editor: Akasha Valentine.

UN EXTRANJERO MÁS.

Al apretar con fiereza la taza comprendió que el calor residual ya había comenzado a extinguirse, lo cual no fue un alivio sino más bien un pesar, porque aún le quedaba demasiada bebida en el interior del recipiente como para ser bebida de un solo trago, por lo que pensó que había sido un auténtico desperdicio de dinero el haberse gastado tantas monedas en una bebida de consumo inusual en un país extranjero; pero de inmediato dejó de sentirse mal consigo mismo cuando, al levantar la taza, el aroma del café acarició la punta de su nariz y, siendo inhalado por sus fosas nasales, despertó en su garganta una nueva sed inaguantable. El hombre que estaba sentado junto a él en la barra a mano izquierda le miro con asombro, pues nunca antes había visto a nadie sentir tanta pasión y ansia por una bebida tan repugnante, por el contrario él sostenía entre sus dedos un licor frío, acorde con su carácter, y de sabor fuerte, aunque últimamente ya no le gustaba tanto, dado que el dueño parecía adulterarlo con algún tipo de sustancia que le restaba sabor y frescura. En cualquier caso ya lo había pagado, y no pensaba dejar ni una sola gota en el fondo de la jarra.

Al colocar la taza de café de nuevo junto al plato comprendió que había sido una locura beber de manera tan fogosa, pues había logrado captar la atención de otro cliente, y eso no era bueno, nada bueno, pero el error ya no tenía solución así que intentó volver a retomar la actividad que le había mantenido ocupado los cuarenta minutos que llevaba metido en aquel antro de clase media baja, tan distinto a los salones que el solía frecuentar en su país que era casi un milagro que hubiese podido leer cinco páginas seguidas del periódico sin haberse equivocado de reglón en más de una ocasión.

La acústica del recinto era tan mala que las voces llegaban a superponerse las unas con las otras y para poder entenderse había que alzar el tono de voz, por lo que todo el mundo allí reunido acababa hablando a gritos para poder oírse. Si a ello se le sumaba los topetazos de las copas al chocar contra la barra de madera, las botellas de licor siendo zarandeadas las unas contra las otras en todas direcciones y los golpes que producían los tacones de las camareras contra los tablones de los viejos suelos cuyas tablas estaban sueltas era de presuponer que todo aquel infernal sonido acabase por agravar terriblemente su dolor de cabeza. Al final el hombre extranjero tuvo que hundir su mano en el interior del bolsillo derecho y rascar con sus dedos entre sus escuetas pertenecías hasta llegar a dar con un diminuto frasco anaranjado en cuyo interior sólo quedaba una única dosis de una sustancia blanca y molida, que sin lugar a dudas le aliviaría el dolor de cabeza, pero para poder ingerirla debía disolverla en agua y bebérsela inmediatamente una vez que el polvo hubiese entrado en contacto con el líquido traslúcido.

Al tabernero no le gustaba su oficio, lo odiaba tanto como despreciaba a las multitudes de escaso valer que frecuentaban su taberna. Un oficio heredado de su padre, y a su vez de su abuelo, y así seguido de un sin fin de generaciones que le habían hecho darse cuenta de que su destino ya había sido sellado desde antes de ser concebido. No obstante, y muy raramente, solía aparecer algún que otro transeúnte extranjero, y eso le ponía de peor humor, ya que habían logrado escapar por alguna extraña circunstancia de las reglas preestablecidas ya en sus vidas. Los odiaba, a todos y cada uno de ellos, y sin embargo hubiera dado lo que fuera por vivir un sólo minuto de su vida en la piel de esos hombres. Se estaba volviendo loco entre aquellas cuatro miserables paredes, no podía escapar de quien era y lo que era, por lo que apretó con fiereza el paño que sostenía entre sus dedos y deslizó con violencia la tela por el interior de la jarra mal lavada, deseando que aquel extranjero se marchara lo antes posible. Ojalá nunca hubiera venido, y para colmo de males le había pedido una vaso de agua para verter en su interior algún tipo de mejunje extraño. ¡Lo que le faltaba ya por ver!

Con el agua derramada sobre la barra y unas cuantas gotas resbalándose por el filo del vaso el extranjero miró extrañado el color parduzco de la bebida que había en su interior, y se preguntó si realmente no llegaría a enfermar por beber aquel líquido tan insalubre, pero el dolor que sufría era ya demasiado insoportable y no podría aguantar por mucho más tiempo, así que sin remilgos vertió todo el polvo en el interior del vaso y se lo bebió de un sólo trago.

¡Qué nauseas más espantosas sintió al instante! El café se movía sin cesar en el interior de su estómago, sin llegar a darle un momento de descanso, y el agrio sabor del agua aún residía en su paladar, pero aunque le hubiese encantado decirle cuatro cosas al propietario de la taberna sobre el trato allí dispensado, sólo tuvo fuerzas y valor para darle las gracias y despedirse con la mano que tenía libre. Con la otra se colocó el sombrero sobre su cabeza y se marcho de allí, agitando con su mano izquierda las pocas monedas que aún le quedaban en el interior del bolsillo del pantalón.


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Mi novela "Cartas a mi ciudad de Nashville" disponible en la web y en blog. Todos los derechos reservados © 2014-2021.


Dom Ago 12, 2018 12:50 am
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Traducción al español por Huan Manwë para phpBB España